En el tercer episodio de nuestro podcast conversamos con Rodrigo Cordero sobre el concepto de crisis. Por una parte, pensándola desde las dimensiones de fragilidad y ruptura que la caracterizan, pero también sobre sus geometrías y afecciones, que la ponen en constante tensión. Más que ensayar respuestas y definiciones sobre la crisis, nos adentramos en las preguntas que las constituyen, y las contradicciones que la fundamentan.

 

Imagen cortesía de Soledad Pinto.

 

Escucha el episodio a continuación:

 

Pensamiento Nómada · Episodio 3: Rodrigo Cordero – Sobre la crisis

 

 

También puedes leer la transcripción del capítulo acá abajo:

 

“Normalmente, cosas extrañas circulan discretamente bajo nuestras  calles. Pero basta una crisis para que salgan a la superficie, como si una inundación que desborda las alcantarillas las empujara para luego expandirse por la ciudad. Siempre es una sorpresa cuando lo nocturno irrumpe a plena luz del día. Lo que revela es una existencia subterránea, una resistencia interior que nunca se ha roto. Esta fuerza infiltra las líneas de tensión de la sociedad a la que amenaza. De repente las magnifica, empleado los circuitos ya existentes, pero los reutiliza al servicio de una ansiedad que viene de lejos, no anticipada. Rompe las barreras, inundando los canales sociales y abriendo nuevos caminos que, una vez calmado el flujo de su paso, dejarán un paisaje y un orden diferente.”

 

Soy Rodrigo Cordero, profesor asociado de la Escuela de Sociología de la Universidad Diego Portales, y director del Doctorado en Ciencias Sociales de la misma universidad. Mi trabajo de investigación se sitúa en el campo de la teoría social. Básicamente investigo temas y problemas que están en la intersección entre teoría crítica, teoría conceptual y sociología política.

 

Quise iniciar esta conversación con esta imagen conceptual, que es un extracto del inicio de un libro extraño y bastante improbable como fuente para reflexionar acerca de las crisis. Se trata de el libro titulado “La posesión de Loudun”, del historiador y antropólogo francés Michel de Certau, que fue publicado el año 1970 y que reconstruye la historia de un conjunto de exorcismos realizados a unas monjas ursulinas, en una pequeña localidad francesa. El libro tiene varias cualidades, pero la que me interesa en particular es el estilo de escritura que de Certau realiza en ese libro, que tiende a ser más bien un libro en que cada capítulo es una suerte de videoclip: son como pequeñas viñetas que recorren el museo, la plaza de la ciudad, los claustros, para intentar reconstruir toda esta experiencia. Ahora, ¿por qué utilizo esta imagen para comenzar, o para evocar algunas preguntas o inquietudes sobre las crisis? Me parece en particular -la imagen es poderosa- pero en términos más particulares las imágenes conceptuales nos permiten trabajar con una definición conceptual, nos permiten trabajar con formas de definición conceptual que no descansan en la búsqueda de sistematicidad, sino en la búsqueda de producir sentido, de hacer sentido a partir de referencias metafóricas y visuales, intentando comprender a través de esas referencias metafóricas, visuales, los elementos, las relaciones y las tensiones que caracterizan y dan forma a un fenómeno tan complejo como las crisis sociales. Nos permiten de alguna manera, sin tener que ofrecer una definición de diccionario, delinear los contornos siempre borrosos de este tipo de eventos.

 

Ahora, qué elementos aparecen en esta imagen conceptual, y que ofrecen claves para pensar y dilucidar el fenómeno de la crisis: yo diría que hay varias tensiones interesantes que emergen en esta cita que está al principio de este texto maravilloso de Michel de Certau. Algunas de las cuales son, por ejemplo, la tensión entre superficie y subterráneo; lo visible y lo oculto; la contención, el orden, y el desborde; las certezas y las incertidumbres, o las certezas y las sorpresas; la regularidad y la ruptura; los flujos y las huellas. Creo que todas estas distinciones, o tensiones, contribuyen a pensar lo que uno podría decir es el paisaje socio-material en el cual se genera, tiene lugar, y despliega la experiencia de las crisis. Un segundo aspecto que me parece importante y que, en relación a esta cita, me permite pensar, o evocar imágenes sobre la crisis, dice relación con una pregunta que me ha obsesionado hace bastante tiempo, y la cual he perseguido de distintas maneras, y en distintas formas, con distintos objetos, que es la pregunta acerca de qué forma tiene una crisis. Esta pregunta no es una pregunta meramente analítica, sino que es una pregunta bastante concreta, porque de ahí la pregunta acerca de qué forma tiene una crisis se plantea la inquietud respecto de la forma en que las crisis se representan, se identifican, las formas en las cuales hablamos acerca de las crisis, y cómo las experimentamos.

 

Ahora, las formas que adquieren las crisis dependen en parte importante del propio discurso, la descripción, y la manera en cómo estas se entienden. En este sentido, las crisis no solo responden a procesos sistémicos, abstractos, estructurales, que dislocan el funcionamiento de las instituciones. Las crisis también tienen que ver con la experiencia vivida por los sujetos, por grupos que sufren los efectos de problemas funcionales: una crisis económica, la misma crisis o situación pandémica y de salud pública que estamos experimentando. Ahora, la complejidad del fenómeno de la crisis también, en ese sentido, responde a esta doble dimensión y a la posibilidad misma de conectar estos niveles, estas dinámicas más abstractas, más generales, más estructurales de la sociedad, con la dimensión vivida de la crisis, la dimensión más experiencial. Esto me parece relevante porque la aparición, circulación y respuestas a las crisis se encuentran en gran medida mediadas por el modo en que los actores, las personas, intentan hacer sentido y explicar los problemas que estos momentos revelan. Y en ese sentido un aspecto importante en relación a la pregunta sobre las formas que tienen las crisis es que la crisis por excelencia es un fenómeno que pone a prueba las posibilidades de representación, de ahí la relevancia sobre la forma de la crisis, pero también la crisis de las formas, para ponerlo en otro sentido. Porque, de alguna manera, lo que las crisis requieren es ser traducidas comunicativamente en distintos lenguajes, y desde distintos saberes, por ejemplo: situaciones, objetos, repertorios de acción, estructuras teóricas inclusive. Y esto además es relevante porque la noción misma, el hablar de la crisis, el mencionar la crisis, el emplear el concepto de crisis nos habla también de que la crisis es una idea disponible públicamente para los individuos, para los sujetos, quienes al definir por ejemplo un objeto, una situación en términos de crisis, no solo están dando cuenta de un estado problemático de cosas, sino también le atribuye un sentido normativo: nombrar la crisis significa atribuirle un significado de relevancia y de importancia normativa, algo de lo cual hay que hacerse cargo.

 

Ahora, y en este sentido la cuestión de la forma de la crisis, su representación o identificación, y su relación con la experiencia misma y vínculo con la condición de fragilidad de la vida social, me interesa además porque en particular, este fenómeno nos habla acerca de las disputas o luchas de representación que tienen en torno a los procesos de crisis, qué ocurre, cómo nombrarlos, quién puede hablar sobre la crisis, qué voces son escuchadas, cuáles son silenciadas. Y además me interesa porque también nos permite dar cuenta acerca de la manera en que se normalizan y estabilizan determinadas maneras de comprender las crisis, y que también se traducen o tienen influencia en el modo en cómo se abordan, se resuelven. Y además porque tienen incidencia en las formas en cómo se traduce en mecanismos, dinámicas, o formas de invisibilizar también ciertas experiencias de grupos sociales e individuos. Por ejemplo, en el marco de la situación de la crisis por el COVID, me ha interesado en particular pensar el lugar que ciertas formas de representación de la crisis tienen. Particularmente las formas geométricas, que han tenido lugar y de alguna manera se han diseminado como formas de hacer sentido acerca de lo que está ocurriendo. En torno al discurso público respecto del COVID, y las intervenciones públicas de autoridades y expertos, se ha articulado toda una suerte de geometría de la crisis, con tanto discurso sobre mesetas, curvas e imágenes similares, creo que es interesante problematizar, e incluso cartografiar de qué manera estas geometrías de la crisis también lo que hace es invisibilizar otras geometrías a las que es necesario poner atención. La geometría del espacio doméstico, de las distancias cortas que ahora se tienen que recorrer en la ciudad, etcétera. Pero me parece que hay algo interesante, potente, en relación a eso.

 

Un segundo elemento que me ha parecido interesante, o que le he puesto algo de atención en el contexto de la crisis del COVID, y que se relaciona con la inquietud respecto de la forma de la crisis, o de la crisis de las formas, dice relación con todo este género de escritura sobre la crisis y la pandemia que ha emergido sobre todo en el mundo online: intelectuales públicos, filósofos, de distinto tipo, intentando hacer y producir sentido respecto de la condición pandémica. Ahora, la cantidad de texto que se ha producido en torno a esto me parece fascinante como fenómeno de reflexión porque habla mucho acerca de la crisis, se ha extendido de alguna forma de manera tan rápida como el virus mismo. Ahora, debo ser honesto, no he tenido mucho tiempo ni energía para leer y ponerle mucha atención en serio a este cuerpo de literatura emergente, porque como a muchos, el cuidado de los niños pequeños y el esfuerzo de sostener las actividades domésticas diarias hace difícil ocuparse de otra cosa, como por ejemplo leer esos textos o escribir algo acerca de la crisis. Ahora, digo esto, precisamente porque en este contexto debemos repensar y ponderar qué tipo de intervenciones resultan necesarias para aquilatar la experiencia de esta crisis de escala genuinamente global y también radicalmente local, incluso microscópica. A quién le queremos y debemos hablar, para qué, desde dónde, de qué manera. En este sentido, no he podido dejar de pensar, y no estoy seguro en realidad de la respuesta, en el valor y la necesidad del texto escrito, particularmente del texto académico como un medio y espacio de reflexión sobre la crisis. E incluso he hecho la reflexión de, siendo una persona que ha escrito harto sobre crisis, como teóricamente, he investigado de manera muy sistemática sobre esto, me cuesta pensar si es que tengo algo meridianamente inteligente que decir acerca del coronavirus y la situación de crisis que ha articulado, y no sé si en este momento además puedo hablar como teórico social, por ejemplo, ni si acaso es urgente plantear la conversación en esos términos. Quizás lo que más puedo hacer, desde el espacio doméstico en el cual estoy yo, y al igual que otras personas, recluido, es pensar en preguntas. En fragmentos que no alcanzan para un argumento, ni imágenes de cómo pueden ser las próximas semanas. Y en ese sentido yo creo que la pregunta acerca de las formas de la crisis vuelve a tomar relevancia para mí y mi trabajo. Y una de las cosas que he aprendido del ejercicio de hacerme estas preguntas es que si hay algo fundamental en la experiencia de las crisis, en la incertidumbre, las dislocaciones que producen, es precisamente la necesidad de reconsiderar nuestras formas.

 

Hace dos o tres años atrás publiqué un libro sobre el concepto de crisis en las sociedades modernas, que se llamaba “Crisis and critique”, y en ese libro intento reflexionar, o intentar pensar en el lugar que tienen las crisis en las formas de auto-descripción que las sociedades modernas tienen para dar cuenta de situaciones de ruptura, momentos de dislocación, y cómo las crisis en particular se utilizan como momentos o procesos de despolitización, y también cómo las crisis se utilizan como mecanismos de gobierno. Ahora, la teorización general de ese libro, la reflexión general que intento proponer en un recorrido por la historia de la teoría social, es la relación que tienen las situaciones de crisis con la condición de fragilidad constitutiva de la vida social. Y en este sentido, parte de lo que intento ofrecer en ese libro, en esas reflexiones, es buscar pensar las crisis no simplemente como meros accidentes o eventos inesperados, o momentos excepcionales, no obstante muchas veces las crisis se nos aparecen así, como esa suerte de excepcionalidad, sino que me interesaba pensar, y me sigue interesando pensar, que las crisis son procesos que, son efectivamente procesos que revelan las contradicciones que circulan de manera más o menos discreta, muchas veces invisibles bajo la superficie de las relaciones sociales, de las prácticas, de las instituciones. Y es en ese sentido que las crisis lo que hacen es producir estos momentos de dislocación que, casi como una fisura en la fachada de un edificio, ponen en cuestión, dislocan el sentido común de orden, durabilidad, naturalidad y objetividad de las formas de vida que nos hemos dado. En ese sentido, la crisis lleva una alta dosis de destrucción de elementos que estructuran el mundo común en que vivimos, por ejemplo, valor económico, vidas humanas, instituciones, significados establecidos. Entonces, parte importante de mi pensamiento respecto de la crisis ha estado vinculado con la noción de fragilidad y de ruptura, de la dislocación, porque cognitivamente, las crisis abren un espacio de visualización de dinámicas sociales y generación de conocimiento, en el sentido de que el mundo social se hace un objeto de observación sobre sí mismo, o parte del mundo social; normativamente porque la crisis en tanto ruptura, moviliza esfuerzos por contener, y suturar esa fisura: el mundo social de alguna manera se convierte en un espacio de intervención y reprogramación, intentar corregir, resolver; y temporalmente, porque la crisis pensada en términos de ruptura, nos habla o nos permite pensar en las huellas que las crisis dejan, y que alteran la configuración del territorio social. De alguna manera, en ese sentido, las crisis nos permiten pensar en la forma en que el mundo social se construye en un lugar de memoria, pero también de olvido.

 

 

Sin embargo, este modo persistente en el que he pensado las crisis, desde la perspectiva de su vínculo con el fenómeno de la fragilidad, y de la ruptura en particular, yo creo que requiere ser reconsiderado, particularmente desde el hecho, pensando particularmente en el contexto de la actual crisis del COVID, pero también en la crisis del estallido social en octubre en Chile, y otros fenómenos equivalentes o similares, es que parte de la necesidad de pensar de la crisis, obliga no solo a pensar en el momento de ruptura, sino también cómo la crisis es el modo normal en el que se estructura parte importante de la experiencia de muchas personas, poblaciones y grupos humanos, es decir, el hecho de que la experiencia cotidiana de muchas personas no se estructura sobre la experiencia de la ruptura, sino de la normalidad de la crisis, y esa normalidad es la que tenemos que comenzar a problematizar.

 

Además de la cuestión de la normalidad de la experiencia de la crisis para grupos importantes de la población, que viven en el modo de la crisis, un segundo aspecto al que nunca le puse mucha atención en ese libro, pero que ahora se me hace necesario y evidente para una mejor comprensión de las crisis, es que cuando hablamos de crisis, hablamos siempre de los efectos que generan, pero poco hablamos de los afectos que estructuran y condicionan el modo en cómo las crisis adquieren forma. Las crisis suponen procesos sociales que afectan directamente a la vida de las personas, y el ser afectado no significa solamente sufrir consecuencias negativas, sino que la relación que tenemos con los fenómenos y procesos de crisis es profundamente afectiva. En algún momento, y esta imagen es con la cual me gustaría finalizar, Adorno sostiene lo siguiente: la sociedad se hace evidente cuando duele. Yo creo que no hay momento en donde esa frase, esa imagen, se haga más verdadera que en los momentos de crisis social.